El aumento de la violencia y criminalidad en el país ha sido un tema ampliamente debatido en la ciudadanía y entre las autoridades; se reconoce como un flagelo que avanza y que impacta en la vida diaria de miles de personas. Pero hay otro aspecto, a veces menos focalizado y tanto o más relevante: la situación de menores de edad que son tanto víctimas como victimarios.
El ataque de una banda rival en medio del velorio de Humberto Cruz Pérez, “el Nano” o, según testigos, “el que la llevaba en el tema de la droga” en Puente Alto, dejó a dos menores de edad heridos, son hijos del fallecido y tienen apenas 11 y 13 años.
Y es que la delincuencia hace años no distingue a quien atacar con tal de hacer efectivo el “ajuste de cuentas”, y cada tanto, cuando este tipo de actos remecen a poblaciones y comunas, se vuelve a poner sobre la mesa la relevancia de la protección a los menores. La línea parece delgada y altamente desafiante: hay que protegerlos y al mismo tiempo, evitar que sean capturados por las bandas criminales como “soldados”, aprovechándose de su condición de ininputables. Pero la tarea no ha sido sencilla; al menos así lo muestran las cifras en ambos casos.
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